No es mal comienzo para un blog
publicar una historia como la siguiente. ¡Bienvenidos!
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Caminaba nuestro amigo después de abandonar la ciudad en la que tan bárbaramente se había asesinado a esos inocentes, cuando tras parar en el puerto adonde llego, diviso a lo lejos un monte escarpado. Al principio, al verlo, pareció desistir de intentar subirlo, sobre todo cuando oyó lo que de el decían:"nadie de los que intento subir ha regresado con vida, puesto que pagaron con ella el atrevimiento de ser mas que el resto"
Bien, -dijo Alceo-, " si todos los demás han fracasado, yo lo intentare” di cho esto cogio su hatillo, y dirigiéndose a la Montaña Inabarcable, se puso a escalarla. No llevaría subiendo ni cincuenta metros cuando un anacoreta del monte, viéndole subir, le dijo sin inmutarse:
-Hombre, no vayas por ese camino que te perderás, te estas tirando al fango y no seré yo el que te salve del mismo.
-No necesito tu ayuda salvo en un cosa, quítate de en medio puesto que debo pasar por donde tu pie descansa.
El hombre se retiro de ahí, y dejo subir a Alceo.Pero a cada paso le salía un nuevo hombre que le inducía a parar, a no dar pasos demasiado duros, a no romper con lo que conocía, pero a todos los rechazaba diciendo:
-Nada se me ha perdido entre vosotros, infectas ratas, apartaros de mi camino, pues hombres busco y no alimañas.

Siguió subiendo Alceo, ya casi no se veía el puerto por el que había venido, pero miró hacia delante, y vió que sólo quedaban unos pocos metros.Cada vez era mas difícil subir, cada vez faltaba más aire, pero cada vez quería menos Alceo abandonar, ahora que veía el final.
Subió por fin la montaña, llego al final, y observó cómo el aire lejos de menguar crecía, se sentía más libre, más suelto.Entonces dijo:
Nada de malo hay en verdad en la libertad y la soledad de sí mismo, y los que la atacan y denigran son almas débiles y poco duchas en la guerra de la vida, pero ahora sé que debo hacer, puesto que ya he hallado mi mensaje.Dicho esto, bajo la montaña bailando y cantando canciones en lengua extraña.
Bien, -dijo Alceo-, " si todos los demás han fracasado, yo lo intentare” di cho esto cogio su hatillo, y dirigiéndose a la Montaña Inabarcable, se puso a escalarla. No llevaría subiendo ni cincuenta metros cuando un anacoreta del monte, viéndole subir, le dijo sin inmutarse:
-Hombre, no vayas por ese camino que te perderás, te estas tirando al fango y no seré yo el que te salve del mismo.
-No necesito tu ayuda salvo en un cosa, quítate de en medio puesto que debo pasar por donde tu pie descansa.
El hombre se retiro de ahí, y dejo subir a Alceo.Pero a cada paso le salía un nuevo hombre que le inducía a parar, a no dar pasos demasiado duros, a no romper con lo que conocía, pero a todos los rechazaba diciendo:
-Nada se me ha perdido entre vosotros, infectas ratas, apartaros de mi camino, pues hombres busco y no alimañas.

Siguió subiendo Alceo, ya casi no se veía el puerto por el que había venido, pero miró hacia delante, y vió que sólo quedaban unos pocos metros.Cada vez era mas difícil subir, cada vez faltaba más aire, pero cada vez quería menos Alceo abandonar, ahora que veía el final.
Subió por fin la montaña, llego al final, y observó cómo el aire lejos de menguar crecía, se sentía más libre, más suelto.Entonces dijo:
Nada de malo hay en verdad en la libertad y la soledad de sí mismo, y los que la atacan y denigran son almas débiles y poco duchas en la guerra de la vida, pero ahora sé que debo hacer, puesto que ya he hallado mi mensaje.Dicho esto, bajo la montaña bailando y cantando canciones en lengua extraña.
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